CINESÍFILIS

TRANSAMERICA

Un personaje tan informe –y de una sobriedad deslumbrante– como el que interpreta Felicity Huffman no podía sino traer consigo una película como “Transamerica”. El film –de la cual es protagonista– nos acerca en un primer momento a la última etapa de un hombre (que antes respondía al nombre de Stanley Osbourne y ahora se hace llamar Bree) antes de concretar su cambio de sexo con una operación difícil y dolorosa, tanto física como psicológicamente. Nos enfrenta con un ser humano cautivante y silencioso, feo y sin embargo muy seguro de sí, a punto de enmendar para siempre un “error” de la naturaleza. Y lo hace desde los primeros minutos, con una idea provocadora que, no obstante, no tardará mucho en decantar en un surreal cuadro familiar con el que él (ella) deberá lidiar antes de resolver lo que queda de su impasse.

El hallazgo inesperado de Toby, su hijo –producto de lo que Bree llama un “error de juventud”–, la obligará a conocerle, en un encuentro que será como una suerte de choque cómico y dramático entrambos. Como reza el dicho en “Transamerica”, los dos se han juntado por azar del destino, en un tiempo impensado pero sobre todo de tránsito: el hijo entiende que es hora de partir a la búsqueda de su padre biológico, al que imagina como una persona correcta que disolverá su precoz pasado como prostituto drogadicto; y el padre, a su vez, tratará de mitigar de la forma que sea el dolor del hijo descubierto para por fin resolver su género y, de esta manera, continuar con su vida (una de las dos firmas para la operación de cambio de sexo debe entregársela su psiquiatra, pero ésta se ha negado porque entiende que antes Bree debe resolver el problema con su hijo).

En ese contexto, cáustico, vibrante y bien narrado, padre e hijo trabarán una amistad dolorosa, cubierta por personalidades que no ceden ni un solo milímetro en sus congruentes limitaciones emocionales. Y será un viaje que emprenderán juntos hacia Los Ángeles lo que les irá acercando de a pocos, haciéndolos partícipes de vivencias –positivas y negativas o ambas– en el que uno intentará incluir al otro a como dé lugar. “Transamerica” es, de esta manera, un viaje de reconocimiento, problemático, de identidades que se afectan debido a los complicados pasados que ambos comparten, de tristezas que caminan ocultas pero a la par, del acercamiento –la película nos lleva a pensar en esto– entre los miembros una familia “americana” muy del siglo XXI.

A diferencia de “Broken flowers”, un largometraje del que esperaba bastante pero que terminó hastiándome por sus confusas pretensiones (me quedo con el Jarmusch de “Stranger Than Paradise”), “Transamerica” centra su mirada en el encuentro y no en la búsqueda de sus personajes. No confunde: uno se deja llevar por ella y no lo hace intuyendo que el objetivo del director es que hagamos eso: dejarnos llevar. Es cómica y altanera, juega con relaciones extrañas de hombres queriendo ser mujeres, padres topándose de pronto con hijos problemáticos, pequeñas sociedades en las que los géneros parecen ya no reconocerse, lugares descoloridos, destruidos por la aflicción y el aburrimiento. Y lo hace bien. Con momentos delirantes, de gran carisma actoral y, por encima de ello –como una contraparte valiosísima–, una cálida sobriedad en su puesta.





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Escrito por Alberto Villar Campos @ 9:28 p. m., ,

EL PADRINO TOP DIEZ

A mi padre le debo una extraña nostalgia por películas sobre la vida militar (en este instante se me vienen a la mente películas como “Cadencia” y “Hombres de Honor”), pero, y quizá por sobre todas las cosas, el que me haya abierto los ojos a la que es, hasta el día de hoy, una de mis trilogías favoritas (tal vez la única): El Padrino.
Esta noche me animo no a un análisis de la misma (puede que algún día lo haga: nada está dicho), sino más bien a una suerte de Top Diez de los momentos más perdurables de ellas.

Aquí va.


10) Meses después de haber sido consumada la venganza de Michael Corleone (Pacino) por el fallido intento de asesinato a su padre, lo observamos en una caminata por la pradera italiana con Apolonia, una bella joven que no mucho después se convertirá en su esposa. El primer acercamiento de ambos en un pueblo de arraigadas tradiciones resulta todo un deleite para aquellos aficionados a los cortejos con todas las de la ley. (El Padrino I).

9) Un joven Vito Corleone asesinando a Don Fanucci en el pasadizo de su edificio, con una pistola que luego desarmará y lanzará por partes por las tuberías del techo. Uno de los primeros asesinatos del futuro Don, si no el primero de ellos. Las cuentas han sido saldadas para el vecindario entero, que hasta ese instante había vivido bajo la sombra del frío Fanucci. (El padrino II).

8) El rostro desconsolado de Mary Corleone, hija de Michael, al enterarse de la decisión de su primo, Vincent Corleone, la noche del debut de su hermano en la ópera. Vincent ha sido elegido como el sucesor de Michael Corleone tras confiarle que no tendrá ningún amorío con Mary. Llorosa, antes de iniciarse el show, Mary le dice que siempre lo amará, a lo que un impávido Vincent responde: “Ama a otro”. (El Padrino III).

7) El movimiento accidental de la cámara cuando Michael Corleone deja el restaurante donde ha dado muerte al corrupto jefe de policía y al mafioso que tramó el intento de asesinato de su padre, Vito Corleone. La escena ha sido perfecta, parece, y no hay lugar para segundas tomas. (El Padrino I).

6) Un viejo y débil Don Altobello durmiéndose hasta la muerte en una butaca del teatro donde el hijo de Michael Corleone (Pacino) debuta en la ópera, mientras su ahijada, Connie, lo observa con unos binoculares. Connie ha dado muerte a quien considera un traidor para la familia con unos dulces preparados especialmente por su cumpleaños 80. (El Padrino III).

5) Consciente de lo que le ocurrirá luego (también acabará muerto), uno de los sicarios de Vincent Corleone, quien ha sido ungido ya como nuevo Padrino, da inicio a la serie de asesinatos sistemáticos que reordenarán la mafia italiana en EE.UU. con un susurro de antología, antes de insertarle a Don Lucchesi (uno de los enemigos de la familia Corleone) sus gafas en el cuello: “El poder se desgasta en aquellos que no lo tienen”. (El Padrino III).

4) Santino ‘Sonny’ Corleone limpiando el honor de Connie, su hermana, ultrajada sin piedad por su esposo en el departamento de ambos. La imagen del cuñado sorprendido por la furia del poderoso hermano mayor, que no duda un solo instante en vengar a puño limpio la dignidad de su propia sangre, sea tal vez uno de los signos más pulcramente definidos de lo que en “El Padrino” se entiende por amor filial. (El Padrino I).

3) Un destrozado Vito Corleone exhala tras enterarse de la brutal muerte que ha encontrado su hijo Sonny. La sala en que se encuentran es todo silencio. Luego, el Padrino le dice a Tom Hagen, su consejero y brazo derecho: “Quiero que se hagan todas las investigaciones. No quiero actos de venganza. Arregla una reunión con las cabezas de las Cinco Familias. Esta guerra se termina ahora”. (El Padrino I).

2) Incapaz de mitigar el dolor que le produce al segundo de sus hijos la neumonía, un joven Vito Corleone (Robert de Niro) mira por entre la oscuridad al bebé Freddo, mientras éste es atendido por su madre y las que parecen ser unas enfermeras amigas. En medio de sus propios sollozos, el niño grita y Vito, recostado sobre la puerta de la habitación, no puede sino morderse los nudillos, con una sublime y sobrecogedora impotencia. (El Padrino II).

1) Los ocho segundos en que un consumado Michael Corleone sostiene el cuerpo inerte de su hija Mary, a la salida del teatro. Rodeado por su familia, el ex Padrino prorrumpe un grito silenciado intencionalmente por Coppola, y que se libera sólo para hacernos entender que todo, absolutamente todo en su vida, se ha perdido para siempre. (El Padrino III).



Escrito por Alberto Villar Campos @ 9:53 p. m., ,

CRASH

He aquí una película memorable. “Crash” despide por todos sus costados ese aroma a obra total: una historia sólida de lecturas interminables, anclada en personajes moldeados con finísimo cuidado, diálogos inteligentes –dramáticos y rudos y aleccionadores y un largo etc. cuando deben serlo: uno lo siente–, una puesta en escena poderosa por su sencillez y, sobre todo, una mirada humana que la hace cercana a casi cualquier espectador del mundo que vaya a verla.

Para un admirador incansable de ideas originales, este film es decididamente un manjar. Son ya tres veces las que la veo y no he podido sino sorprenderme al encontrar, en cada una de las proyecciones, emociones cada vez más intensas, nuevos giros en la trama, la posibilidad de escoger de entre muchos destinos, uno que me pueda acompañar hasta el final.

No suelo terminar las películas que empiezo a ver muy tarde en la noche: usualmente las dejo a la mitad y las continúo al siguiente día. Y pensaba que con “Crash” sería lo mismo. Pero no lo fue. Ya en los primeros veinte minutos intuía una suerte de lenta liberación de la trama por parte del director/guionista, quien además dejaba ver como por entre una pequeña rendija el alma de sus personajes, que luego se harán fuertes y convincentes y se sumergirán con salvajismo en sus propios conflictos –personales y/o colectivos–. Veremos de a pocos cómo se van abriendo los episodios que luego se juntarán en uno grande y aleccionador: desde el porqué de la rabia del policía que interpreta Matt Dillon, hasta el momento en que puede redimirse de la culpa que aquel sentimiento pareció producirle; desde el temor natural de un adinerado hombre de color frente a un policía rabioso (Dillon) que lo detiene porque le da la gana, hasta el confuso incidente que lo lleva a manejar su auto con un joven delincuente de copiloto. Casi cualquier elemento que aparece en la película merece la pena ser tomado en cuenta: cada instante tendrá indefectiblemente que ver con otro posterior, y éste, además, permitirá una nueva reflexión del pasado.

Como se ve, en “Crash” el continuo cuestionamiento es indispensable.

Voy a recordarla como una lección imprescindible para la narración. Como una muestra de escritura sólida, ingeniosa, perdurable.


Escrito por Alberto Villar Campos @ 10:38 p. m., ,


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    Alberto Villar Campos
    Lima, Peru
    "Y de pronto apareció por ahí ese maldito iceberg llamado Poesía o Literatura o Aburrimiento o lo que fuera con la única condición precisa de no devenir en Aburrimiento ni por un instante…". (Pablo Guevarra)
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