CINESÍFILIS

SORÍN


Historias mínimas” y “El perro”, ambos filmes del argentino Carlos Sorín, son, bajo mi óptica personalísima, contribuciones notables dentro del universo cinematográfico en cuanto podemos dar cuenta de elementos dentro de ella que, en la actualidad, han perdido la importancia que alguna vez tuvieron: narraciones entrecortadas, tiempos muertos, historias –como bien se resalta en una de ellas– “mínimas”, tanto en fondo como en forma, y por ello mismo de una belleza minimal que nos acerca a los personajes, a sus espíritus, familiarizándonos con sus padecimientos, sonrisas y angustias, con el contexto de dolor que ellos, como el director, intentan ocultar tras una cortina surreal de todo aquello que no se parezca.

En “
Historias mínimas”, estas características son desveladas a partir de tres personajes cuyos destinos los marcan el viaje, el encuentro y el éxito o el fracaso producido por la fusión de los dos anteriores. En esta película es prácticamente imposible separar las emociones que cada historia trae consigo: en todas estamos frente a personajes decadentes, fuera del mundo real y de lo común, que en sus tristes miserias son capaces, no obstante, de producir, aunque sea por un pequeño instante, algo de brillo para iluminar sus vidas mínimas. Además, son pocos los momentos en los que se nos marca un contexto para cada personaje: el abuelo, el solterón de cuarenta años y la madre ignorante son una sola y gran desgracia: cada uno parece vivir dentro de la propuesta para englobar al otro, no para contradecirlo sino, por el contrario, para reafirmar su realidad. Estamos, sin más, frente a una colección de perdedores cuyas frágiles situaciones merecen, en el curso de la lógica, chispazos de felicidad (tiendo a pensar que la felicidad no es lo que dicen; para mí, y tal vez para Sorín, la felicidad es intermitente).

“–Le atraen las historias de perdedores. ¿Por qué?
–No me interesa otro cine más que el que cuente historias de perdedores. No podría hacer una película sobre un empresario que le va bien, con una familia encantadora, una empresa próspera y que juega al tenis los fines de semana. Y dentro de los perdedores, el desocupado es el mayor de todos. Porque aparte del tema de la comprensible urgencia económica y de supervivencia, hay un conflicto mucho más de fondo. Es como sentirse descartado del mundo, la esencia misma del perdedor”.


En “
El perro”, no otro sino el animal en el que el título se inspira será el eje sobre el cual el amor, la ternura, la inocencia y la ignorancia se entremezclen para producir un sonoro estallido emocional en el espectador. Sorín vuelve aquí a valerse de la decadencia de sus personajes para ofrecernos un cóctel lento pero intenso y lacrimoso, una historia mínima y sobre todo triste acerca de la amistad que sobrepasa a la razón y la cordura. Son un hombre, un perro y la relación que traban mientras ocurre un viaje que, según quienes les rodean, los llevarán a la gloria. Y sí: la gloria, esa felicidad eterna que dura segundos, está, bajo la pulcra mirada del director argentino, en el momento que uno menos piensa será el decisivo.

Sorín elige no elegir grandes estrellas para sus películas. Elige contarlo todo desde una perspectiva natural, animal, desde un paisaje descabellado, gris, azul, blanco. Lo cuenta todo sin mirar atrás, enfocándose en las emociones más limpias, exactas, humanas. Todo es, en Sorín, una consecuencia de esto: Aprehender la belleza es imposible si es el ojo del otro el que mira.

Escrito por Alberto Villar Campos @ 10:27 p. m.,

1 Comentarios:

At 12:42 p. m., Blogger Andrés Mego dijo...

Excelentes peliculas ambas.
No me parece apropiado llamar "perdedores" a sus personajes, por el tufillo agringado que tiene ese adjetivo, preferiría llamarlo "gente sencilla".

Una de las cosas que más admiro del cine de Sorin es que ha sido capaz, con excelentes resultados, de trabajar con gente sin experiencia alguna en la actuación que practicamente se interpreta a si misma.
saludos

 

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