2006
sábado, diciembre 09, 2006
El año se va. Se acaba.
Lo odioso de estas fechas es el sonidito constante navideño apabullante e inmisericorde. Y las luces. Y los regalos. Y pensar que el año se acaba. Y no tener qué hacer en fin de año. Pensar en la playa y no tener ganas de ver, primero, el sol, y ya luego la playa. Saber que son apenas unos cuantos días antes de que todo empiece de nuevo.
Lo odioso de estas fechas es el sonidito constante en tu cabeza que te dice que pronto será un nuevo año y las cosas seguirán igual. No peor ni mejor: igual.
Sí: parece un caos o algo así. Y lo es, de alguna forma. Y a la vez no. Si algo he aprendido este año es a hacerme espacios como éste para sobrellevarlo todo de la mejor manera. Hoy, por ejemplo, estoy cansado, no tengo ganas de ver películas. Sí de escribir un poco. Algo aparte de esto, claro. O no, tal vez sí tengo ganas de ver películas: esa que empieza y termina tan bien (primavera... primavera). Quién sabe lo que haga al llegar a casa. El caso es que pronto el año se acaba y no hay vuelta que darle. Tengo que pensar en los regalos, en lo que dejo, en lo que quiero, en lo que tuve, en lo que tengo.
También hay cosas buenas por estos días.
Pero son pocas. Tan pocas que es difícil recordar una ahora mismo.
Está, por ejemplo, ese sobrino que aún no nace pero que ya descubro por entre la inmensa barriga de mi hermana mayor.
El segundo sobrino tiene cuatro meses. O algo así.
El caso es que ya sabemos que será hombre. Y que tal vez se llame Esteban (o Santiago).
Y creo que nada más.
Sí, claro, está la terapia, pero eso es algo que no es del todo bueno y no es del todo malo.
Es.
Y yo, ahora, digo adiós.
Digo adiós casi casi como el año este.
El 2006.
Escrito por Alberto Villar Campos @ 8:25 p. m.,
