CONMOCIÓN
jueves, febrero 15, 2007
A veces no importa nada. Nada, absolutamente. Debo haber visto esta imagen por lo menos unas cien veces esta mañana y cada vez que lo hago una parte de mi corazón desaparece. Pienso que hay algo más allá de todo esto. Más allá de esas cosas que uno puede, es capaz de llamar por su nombre. Amor, tristeza, inicio, fin. Memoria. ¿Es acaso eso lo único que logra movernos? Me despierto con la sensación de estar cerca de algo y esta imagen termina por elaborar una de las más desgarradoras teorías acerca de lo que ahora necesito: Eso que está allí, a tu lado, te apabulla. Eso que está lejos, te distrae. Lo que está en el medio es lo que no ves. Es invisible. Es , finalmente, lo que tienes que atrapar.
Miro a la mujer construyendo una fantasía con el hombre que, con la cabeza gacha, a su lado, sólo intenta reconstruirse. A través de los ojos perdidos de ella veo prácticamente todo lo que deseo. ¿Se trata de tener fuerzas? ¿O de dejarse caer? Unas veces son sombras, otras veces hay luz. En cierto momento terminas borrando completamente tu imagen del espejo, otras veces es un retrato lo único que pides para sentir que estás vivo, vivo al menos por partes. Tal vez mañana despiertes y no seas más ése al que viste anoche, y sientas que aquella fue la última vez, esa maldita última vez, en que nada te supo a bomba, a ruido, a silencio. A ruido. A bomba. A mierda. Dos son uno, le dices, y ella repite: Dos son uno. Somos uno, dices, y ella: Somos uno. Alzas tu cabeza pero no la miras: Antes yo estaba allá y tu estabas aquí, éramos dos, lejos uno del otro, pero ahora compartimos una sola imagen, nuestra imagen, aquí. Sin mirarte también, ella suspira, y luego dice por última vez: Una sola.
Una vez lo dije, pero de otra forma. Dije: Lamente esta imagen por el resto de su vida. Hoy por fin puedo cambiar el trágico sentido de un artículo que, como éste, me salió del corazón: Observe esta imagen por el resto de su vida. Diariamente, sin estar completamente seguro de nada.
Etiquetas: personal
Escrito por Alberto Villar Campos @ 9:40 a. m.,
2 Comentarios:
- At 5:10 p. m., dijo...
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Hace unos días supe por la televisión de un caso similar. Un chiquillo colombiano había perdido, así: p-e-r-d-i-d-o, el rostro en un combate con guerrilleros de las farc's. Toda la mañana estuve tratando de ponerme en el pellejo del joven. La alteridad, los propósitos de alteridad, fracasaron porque una parte mía se resistía a la sola idea de padecer lo mismo.
Esta foto vuelve a conmoverme. Y me regresa a la memoria los casos vistos hace más de una década en el Hospital Militar Central. Chiquillos de diecisiete años ciegos, sin brazos, sin piernas. La tragedia de la guerra. La miseria de la guerra. - At 5:52 p. m., Alberto Villar Campos dijo...
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Pasa poco, pero pasa: de pronto estás allí, conmocionado, sin poder decir o hacer algo. A diferencia tuya, yo no me quise meter en esa imagen. Pero pasó. Pasa ahora. Por algo pasa.