25 WATTS
domingo, enero 21, 2007
La corta filmografía de dos realizadores que situaron a Uruguay dentro de la plataforma del mejor cine independiente de esta parte del continente merece, no cabe duda, los mayores elogios y, seguramente, las nostalgias más serenas y recurrentes. A menos de un año del suicidio de Juan Pablo Rebella (uno de ellos; el otro es Pablo Stoll), vuelvo a ver esta película que, en clave de ironía, es sobre todo un homenaje a la juventud y sus desilusiones y sus hartazgos y todo aquello que no sirve para nada, salvo para pasar los días.
“25 watts”, esa novelita vaga acerca de un día en la vida de tres jóvenes desadaptados –está el enamorado, está el desencantado, está el estúpido–, es el reflejo de dos directores que, como sólo los grandes han sido capaces, pusieron el pie en el acelerador sin chistarlo y marcaron la historia del cine mostrando con una realidad, su realidad, tan cercana, cruda y desenfadada, sobre la que hay más de reír que de llorar. “25 watts” es una ópera prima segura y de apuesta al 100 x 100, ingeniosa y honesta, en la cual se gestan las agonías de los ausentes, de los ‘outsiders’, de los que se la buscan día a día y para los cuales el futuro no está dicho hasta que alguien –otro, está de más decirlo: no serán ellos quienes lo hagan– lo cante. ¿Quién no ha sentido alguna vez la sensación de no querer hacer nada, de no tener esperanzas en nada, de no buscar nada con tantas energías, de dejar que las cosas pasen? Ocurre en algún momento de la vida, a todos, y no hay de otra. Aquí, en Perú, o en Uruguay o en cualquier lado: es ese instante –largo o corto– donde nada prevalece, donde nada es más importante que nada. Donde vivir es respirar y comer y dormir y lidiar con los problemas a la manera en que se lidia una gripe o un dolor de estómago. Es decir, esperando sin moverse.
Esta película prueba, además, que el mejor humor puede venir de los instantes más superfluos. Lo cotidiano pasa a ser aquí una forma de burlarse de algo, de reformular la vieja analogía del sudamericano que sufre. Aquí nadie sufre o al menos nadie parece darse cuenta que sufre. Aquí los días pasan y nada más.
“Hago cine porque soy un inútil”, dijo alguna vez Rebella. En “25 watts” y en “Whisky”, el ido ha dejado la huella de aquella enorme inutilidad. Son paisajes sonoros, autobiográficos, de un Uruguay embalsamado con la tibieza de lo insulso. De lo morbosamente perdurable. De lo maravillosamente inmóvil que es el recuerdo.
He disfrutado tanto o más viendo otra vez esta película que habla de mí tanto como de ellos.
Finalmente, cumplo con algo que he querido hacer ya hace un buen tiempo: Hasta siempre, Rebella.
Escrito por Alberto Villar Campos @ 10:38 p. m.,
2 Comentarios:
- At 10:37 p. m., dijo...
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A mi tambien me gusto mucho, sobre todo el sutil gustillo a el dia de la bestia y al ulises.
- At 12:55 p. m., Oscar Pita Grandi dijo...
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25 Watts, junto a Whisky y a La Perrera, como lo dije alguna vez en un post, son la huella de un Uruguay alterno, disfrutado por gente a quien el Mundo le parece soso. La imagen de un país visto por tres directores que eran amigos y que de aquel trío ya solo quedan dos. Seguirá Stoll sin el amigo muerto??? se unirá ahora con el muchacho que dirigió La Perrera???
Un abrazo.