CINESÍFILIS

MARIE ANTOINETTE



Uno pensaba que luego de esa experiencia ascética y abrumadora que fue "Lost in Translation" (o “Perdidos en Tokio”), Sofia Coppola mantendría el rumbo de sus historias, sólo que mejorándolo. Su cine es narración entrecortada y minimal, es lenguaje íntimo y descreído, escenarios gigantes y únicos, emociones dispersas, si no incompletas. “Marie Antoinette”, su tercer largometraje, es, al menos desde ese plano, un rumbo distinto pero igual de interesante. Discurriendo entre escenarios medievales y música pop, la historia sobre la joven e inocente reina de Francia es un cántico desmesurado a la juventud perdida, a la rebeldía y al amor, al exceso y a la decadencia. Coppola no escatima esfuerzos en hacer de esta una historia original, “su historia”, una experiencia intensa en la que se respire tanto de su mirada como del enfoque que le da a un punto específico de ese hecho general, en este caso el rápido ascenso y acompasada caída de una reina que por sobre todas las cosas aprendió a vivir disfrutando de lo que le rodeaba.

La predilección, una vez más, por el personaje femenino de la directora parece retratarla de pies a cabeza. Es como si en cada uno de estos existieran partes de sí misma, como si de a pocos armara un cuerpo (y, por qué no, a lo mejor también un espíritu) a la medida de sus necesidades. De sus facultades. Todo es posible, como se sabe, cuando se trata de imaginar. La apariencia frágil y serena de Kirsten Dunst en el papel protagónico es de este modo la fascinante antítesis del desengaño y la crudeza de Lux Lisbon (interpretada también por Dunst) en esa insuperable ópera prima que es “Vírgenes suicidas”. Ese halo de desconcierto al verla transitar por parajes tan exóticos remite, del mismo modo, a la travesía de Scarlett Johansson por un Tokio que, a través de sus luces de neón y sus pantallas interminables, parece no tener intenciones de dejar de respirar nunca.

Marie Antoinette” es un reencuentro memorable con una directora que elige ahora firmar sus obras con plumón fosforescente. Rosado. Pop. Es una película sin metáforas ni ambivalencias, pretenciosa pero no tanto, una obra que, en suma, se arma a partir de retazos elegidos arbitrariamente, y que se disfruta de igual forma: de a pocos. Sin sufrir mucho. Sin perder la cabeza.

Escrito por Alberto Villar Campos @ 1:11 p. m.,

4 Comentarios:

At 8:57 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Entre tantas "cosas" deseadas para el siguiente año están el libro de Antonia Fraser sobre Maria Antonieta y la película que comentas, basada precisamente en esa biografía.
Por otro lado, felicitaciones. Ricardo Bedoya menciona hoy en El Dominical de El Comercio a Cinesífilis, usted, por supuesto.

 
At 11:40 a. m., Blogger Alberto Villar Campos dijo...

Pues eso está muy bien.
La mención de Bedoya es un buen aliciente, sin duda, pero tengo que decir que los caseritos de aquí son quienes, en suma, mantienen vivo este blog.
Feliz año para usted!
Un abrazo,

 
At 6:01 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

INCREIBLE,
COMO TODAS LAS DE SOFIA COPPOLA.
UNA PELICULA SUYA, MUY INTIMA Y DE LA PERSONA Y NO DEL PERSONAJE DE MARIE ANTONIETTA. UNA CHICA INOCENTE, QUE NACIO EN EL LUGAR EQUIVOCADO Y EN LA EPOCA EQUIVICADA.

 
At 2:11 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Yo les decía a mis amigos que no despegaran la mirada de Sofia Coppola... y ahi tienen: una joyita de directora a la que todavía se le reclama cierta frescura ganada en Lost in Traslation.ç
Nos vemos.

 

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